sábado, 20 de diciembre de 2025

Día 1: Un día en París con niñas, roaming rebelde y exceso de azúcar refinado

Antes de poner un pie en París, ya veníamos viviendo nuestra propia película francesa… pero versión hogar caótico con niños y elfos incluidos.


Este año hicimos intercambio de casas con HomeExchange.

Una familia francesa se instala en la nuestra, y nosotros en la suya.

Planazo, ¿no?

Sí… hasta que te das cuenta de que hay que dejar la casa como un Airbnb de cinco estrellas y tienes dos niñas, y los elfos traviesos haciendo de las suyas en casa. 


Nos pasamos la semana limpiando como si viniera la reina de Dinamarca.

Y claro, para no volver a ensuciar, fuimos clausurando habitaciones.

Literal. Como si viviéramos en un escape room de Cluedo.

Por poco terminamos comiendo en el baño… pero no somos tan estrictos. Aún.


La noche previa al vuelo dormimos los 4 en nuestra cama.

Una es calurosa, la otra friolera.

Una se mueve, la otra da patadas.

Javi durmió 2 horas reales, yo hice lo que pude entre empujones y microdespertares.


A las 4:00 am: suena el despertador.

Fregona en mano, niñas al sofá para acabar de arreglar la habitación principal.

Todo esto mientras hacíamos el ritual de despedida de los elfos navideños.

“No, cariño, no viajan a Francia.”

“No, no caben en la maleta.”

“Sí, le han pasado la misión al elfo francés.”

Un drama logístico con toques de fantasía que ni Tolkien.


Llegamos al aeropuerto de Madrid y directos al McDonald’s a por el desayuno sagrado:

salchichas, huevo, café y resignación.

Ya es tradición.


Puerta de embarque, niñas emocionadas, y al avión.

Par de horas entretenidas, entre series frikis de Netflix,y esa energía pre-Navidad que solo ellas saben generar. Se portaron muy bien la verdad es que son súper buenas. 

Aterrizamos en Orly a las 9:00 y lo primero que hicimos fue… no tener internet.

Nuestros iPhones, muy modernos ellos, decidieron boicotearnos el roaming. Y claro, sin mapas, sin traductor, sin nada. París sin red es otra liga.

Tuvimos que hacer lo que toda alma desesperada hace: conectarnos a la Wi-Fi del aeropuerto como si fuera 2012 y descargar el mapa de medio París como si fuésemos exploradores digitales del siglo XXI.


Salimos rumbo al parking de Notre Dame, y en el coche las niñas se durmieron 20 gloriosos minutos. Paz en la tierra.

Hasta que llegamos. La más pequeña se despertó enfadada porque “ella quería dormir más”. Drama parisino.


Intentamos entrar a Notre Dame, pero la cola daba la vuelta al continente.

Nos rendimos con dignidad y fuimos directos al azúcar:

macarons helados.

Sí, helados. Sí, en diciembre. Sí, se los devoraron como si llevaran semanas sin dulce.

Compramos una bola de Navidad (que seguro romperán en marzo) y unos llaveros de macarons para las niñas y sus amigas. Todo precioso. Todo inútil. Todo perfecto.


Montamos de nuevo al coche y pusimos rumbo al parking cerca de la Torre Eiffel.

Aparcamos y almorzamos en Le Petit Cler, un sitio que parece sacado de una peli francesa con final feliz.

Javi se pidió el pato (acierto total).

Isa pidió un pollo a lo Ratatouille, porque sí, venimos con referencias.

Las peques atacaron unos tagliatelle con carne al vino y pollo marinado con patatas.

Todo delicioso.

Nivel: “esto no lo igualo ni en casa ni en sueños”.


Paseamos por la zona, puestos de frutas, calles de postal, una calma elegante, y luego nos fuimos a ver la Torre Eiffel.

Foto, foto, selfie, “mamá me aburro”, otra foto. Lo de siempre.


Parada técnica en Macadamia, una pastelería fina donde comprar macarons es una experiencia ceremonial: caja rígida, bolsa con lazo, QR, tarjeta, díptico, tríptico, incienso emocional…

Vamos, casi nos hacen un onboarding para comernos un macaron.


Paseo por el Campo de Marte con ese aire romántico que se diluye entre chillidos infantiles, y vuelta al coche.


El Waze decía que tardábamos 5 horas a Dunkerque. Google Maps decía 3.

Obviamente, confiamos en Google. Porque fe ciega en Silicon Valley, siempre.


Y ahora estoy aquí, escribiendo este post con villancicos de Bisbal de fondo (no se juzga), las niñas jugando con sus muñequitos y nosotros deseando que esta Navidad nos traiga más Wi-Fi, menos colas y el doble de macarons.




domingo, 31 de agosto de 2025

Día 3-4: Cap Roig, buceo en Tossa y el Ale-Hop que nos arruinó emocionalmente


Spoiler: hay reguladores voladores, mariscadas con vistas y una tienda que es el Disneyland de las libretas peluchonas.


Después del chute de aventuras del finde, el domingo lo tomamos con calma:

🎂 cumpleaños de unos amigos → piscina + siesta + repetir Cap Roig, porque cuando una cala lo tiene todo (menos baños decentes), se repite.


⚠️ Importante: Si te tomas algo en el chiringuito, no significa que te abran el baño. A veces sí, a veces no. Es como un juego de azar con tus esfínteres.





🐠 Lunes: ¡Nos vamos a Tossa! Y sí, hay inmersión… en todos los sentidos



Los chicos se apuntaron a una inmersión de buceo en Playa Mar Menuda.

📍 Dive and Combat (sí, suena a videojuego retro, pero son majísimos y súper profesionales).


Bajaron a 6,5 metros, vieron doradas, pulpos escondidos entre las rocas y peces de colores que harían llorar a Dory.


🧨 Pequeño drama: Javi, que no puede ver un botón sin apretarlo, tocó el regulador (ese que te dicen “NO TOQUES ESTO”) y salió disparado hacia la superficie como si lo hubiera llamado su planeta.

Spoiler: está bien. Pero desde entonces le llaman “El Cohete”.


Mientras tanto, las chicas en la orilla…

Nos cayó un buen chaparrón y acabamos refugiadas bajo un techito comiéndonos un helado. Los niños, como buenos anfibios, siguieron en la arena y se apoderaron de un parque de ejercicios. Spoiler 2: ninguno hizo ejercicio.


Mar Menuda es un lujo:

✔️ Duchas

✔️ Baños limpios

✔️ Chiringuito

✔️ Escuelas de submarinismo directamente en la playa (pero nosotros fuimos a la más recomendada de Google, que está en coche a unos minutos).





🛍️ Ale-Hop: la trampa mortal del consumismo cuqui



Después de secarnos y pasear por la playa grande de Tossa, apareció ese lugar al que los niños entran con ojos de anime:

💀 El Ale-Hop.

Las niñas entraron como si fueran al Louvre. Y salieron como si hubieran hecho un máster en papelería táctil: libretas peluchonas, bolis con brilli-brilli, y una súplica de “¿nos portamos bien, verdad mamá?”.


💸 No pidieron helado, ¡prefirieron renunciar al postre por una libreta!

Sí, estamos criando pequeñas empresarias con prioridades claras.





🦐 Final feliz: mariscada y castillo iluminado



Comimos frente al Ale-Hop (casualidades del destino o marketing del demonio) una mariscada gloriosa con vistas al castillo de Tossa.

Al anochecer, el castillo se iluminó y el plan era subir…

💤 Pero los niños ya estaban en modo 🧟‍♂️ zombi.


Y Javi, con su café en vena, ya se había puesto las zapas.

Tuvimos que frenar su intento de subida nocturna estilo “Misión Imposible”, porque no era plan de perseguir a un padre con adrenalina entre ruinas medievales a las 23:00.





Aprendizaje del día:



  • Si ves un botón bajo el agua, no lo toques.
  • Nunca subestimes la capacidad de un Ale-Hop para devorar a tus hijos.
  • Lleva water shoes a las playas de Girona. Tu dignidad (y tus plantas de los pies) lo agradecerán.



DÍA 2 – Cap Roig: escaleras al abismo, peces fisgones y cena en la gloria

Spoiler: incluye escaleras asesinas, peces cotillas y una cena en modo healthy crew.


El Día 2 nos llevó a un sitio tan bonito como cabrón:

Cala del Cap Roig, una de esas playas de postal… pero con acceso tipo prueba de resistencia de “El Conquistador del Caribe”.




🧗‍♀️ Escaleras asesinas y vista de infarto



Para llegar a la playa tienes que ganártelo:

escaleras empinadas, rodeadas de pinos y con vistas que compensan… si sobrevives.

Bajar no es el drama, pero subir con niños, nevera y flotadores es como hacer crossfit con vistas al mar.


Eso sí, una vez abajo:

agua cristalina, peces por doquier, y una cala preciosa, ideal para hacer snorkel y jugar a “dónde está Nemo versión mediterránea”.


Las niñas felices, en modo sirenas con gafas.

Nosotros, con dolor de pies (porque seguimos sin las water shoes, error de novatos), pero felices.






🚽 Baños: el gran plot twist


No hay baños públicos.

Solo los del chiringuito. Pero ojo:

si te tomas algo no te garantizan acceso. Literalmente, un baño con condiciones.


Así que apunta:

🌟 “Pipi estratégico antes de bajar las escaleras del infierno” 🌟





🥾 Paseo costero nivel Pinterest



Desde la cala puedes hacer un paseo precioso costeando todas las calas de la zona.

Ideal para pasear al atardecer, tomarse fotos como influencer mindful y contar historias de piratas (o influencers que se cayeron haciendo reels).





🏡 Cierre deluxe: amigos, piscina y cena 

healthy



El día terminó como deben terminar los días top:

en casa de unos amigos, con piscina privada, risas sin filtro y cena healthy que ni en Instagram.




Tortilla de patata, ensaladas, cosas sin gluten y conversaciones que valen más que el mejor hotel.




✨ Moraleja del día:

Si quieres playas salvajes, prepárate para sudar, escalar y hacer pipí en modo ninja.

Pero si encima acabas en una piscina con amigos, lo demás se olvida.


Eso también es lujo. Del de verdad.