Un nuevo día nos espera en Cancun pero… ¡Vaya día nos ha tocado! Amanecimos con una sorpresa: la lluvia. Y no cualquier llovizna, no… Una de esas lluvias caribeñas que te mojan hasta los pensamientos. La ropa, que dejamos en los tendederos, se quedó empapada, así que hoy tocaba cambiar de planes.
Decidimos aprovechar el día para una exploración local. Nos metimos en la ciudad, rumbo al famoso Mercado 23, un lugar que no puedes perderte si te gusta sumergirte en la cultura local. Y vaya que nos sumergimos, ¡hasta los calcetines! 😁
Este mercado es un espectáculo para los sentidos. Nada más entrar, te encuentras con puestos enormes de frutas que para nosotros, los europeos, son exóticas. ¡Papaya, pitaya, guanábana, guayaba… las compramos todas! Y no nos olvidemos de los chiles… ¡Enorme el puesto! Tenían de todos los tipos y colores, tanto que no sabíamos por dónde empezar.
Mientras explorábamos, la lluvia no paraba, pero ¿sabes qué? La lluvia caribeña tiene su encanto; es calentita, y con el calor que hace, la ropa se seca en un abrir y cerrar de ojos. Es como vivir en un lavadora gigante… ¡te mojas y te secas al momento! 😂
Una de las peques estaba empeñada en beber agua de coco, así que compramos uno, y de paso, una fruta misteriosa que nunca habíamos visto. No sabemos su nombre, pero tenía una textura que recordaba al lichi y el melocotón, con un sabor ácido a limón… ¡Deliciosa!
Cuando la lluvia arreció, nos refugiamos en un puesto de frutas y luego, como seguía sin parar, decidimos correr al siguiente refugio: un puesto de tamales. ¡Qué suerte la nuestra! Compramos todos los que les quedaban: de mole, con pollo, los oaxaqueños, y hasta uno de fresa para las niñas. Una verdadera delicia para combatir el clima húmedo. Nos encanta comer en puestos callejeros y disfrutar de la verdadera street food , una ruleta rusa de la gastroenteritis 😋
Después de que la lluvia finalmente cesó, nos adentramos más en el mercado. Había colas y colas para comprar quesos, tacos, y un sinfín de puestos ambulantes con de todo. Nos sentamos en uno de ellos y nos pedimos jugos de frutas frescas: guanábana para nosotros y plátano para las niñas. ¡Qué manera de reponer energías!
Nuestra aventura en el Mercado 23 nos dejó con ganas de más, así que decidimos darle una oportunidad al Mercado 28, conocido por sus artesanías. Nos encantó porque, al estar en pleno centro de la ciudad, no había ni un solo guiri… ¡puro ambiente local!
Allí, las niñas compraron algunos recuerditos para sus amigas, y nosotros nos dedicamos a comparar precios y calidades. Aún así, encontramos unos vestidos mexicanos a buen precio para disfrazarnos de catrinas en Halloween. ¡Vamos a estar de lujo! Viva la guayabera!
Ya con los pies cansados y las bolsas llenas, nos fuimos a casa, directos a disfrutar de la piscina. Porque después de un día así, no hay nada mejor que un buen chapuzón para relajarse.
La piscina esta como la sopa, con una temperatura ambiente que ronda los 30 y mil grados la piscina esta suuuuper caliente… para echar fideos! Pero esta ideal para jugar con los niños.
Por la tarde decidimos ir a probar otra playa y esta vez escogimos playa Caracol, que esta muy bien porque por la tarde le da la sombra de los edificios y no te quemas! Es una playa fantástica, con mil y una posibilidades de juegos y disfrute.
Cuando terminamos de la playa nos volvimos a casa y descansar.
¡Hasta mañana, que la aventura continúa!
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